En el estado de Morelos, a tan solo 140 Km. de la CDMX, se encuentra Coatetelco, un pintoresco lugar ubicado sobre las faldas del Cerro de Moctezuma y a orillas de la hermosa laguna del mismo nombre, que se rige aún por Usos y Costumbres Indígenas. Sus pobladores se mantienen principalmente de la pesca de mojarra y langostino, del cultivo de maíz, caña, calabaza y otras hortalizas y, en fechas recientes, han comenzado a impulsar la actividad turística buscando presumir su acervo histórico, variada riqueza gastronómica y de tradiciones.

Sobre la apacible laguna de Coatetelco, de 3 Km. de largo por 2.5 de ancho, recae una hermosa leyenda sobre su origen. Cuenta la historia sobre la princesa Cuauhtlitzin, distinguida desde muy pequeña por su belleza, inteligencia y bondad, y a quienes los ancianos de la aldea la nombraron “reina de la fertilidad” debido a la abundancia de cosechas que obtenía de todo lo que sembraba. Codiciada por sus virtudes, los guerreros xochicalcas atacaron su aldea y la secuestraron. La princesa Cuauhtlitzin imploró a sus dioses por ayuda, quienes le respondieron enviando una espesa lluvia, combinada con tormentas de rayos y centellas, que provocaran la muerte de sus captores y la inundación de los terrenos. Al regresar a su aldea, la princesa observó que la tormenta también había aniquilado a su pueblo. Con el corazón afligido, la princesa se arrojó a las aguas, dando origen a la laguna de Coatetelco. Su espíritu aún vive en la laguna bajo la forma de la Tlanchana, que en náhuatl quiere decir “sirena” o “novia de los pescadores”, y cuentan los pobladores del lugar que en ocasiones aún es posible escuchar su canto.

El Día de Muertos, como la gran mayoría de festividades en Coatetelco, es una tradición milenaria y en la que es posible observar algunas de las raíces de la cultura prehispánica, según nos relata la Maestra Margarita Cárdenas Nava, nuestra guía en este interesante recorrido y principal promotora turística del lugar. A pesar de las múltiples similitudes que la celebración del Día de Muertos pueda tener con otras regiones del país, en Coatetelco existen características que hacen de esta celebración algo único.

Los rituales comienzan desde los días 27 y 28 de octubre, fechas en las que se colocan un vaso con agua, calabaza y se enciende una veladora, invitando a las almas de los difuntos a visitarnos en este plano. Las ofrendas comienzan a instalarse desde el 31 de octubre, cuando se lanza un cohete al aire anunciando el inicio de las actividades, y para las que familias enteras se reúnan en un ambiente de algarabía y de cánticos. Cada miembro participa de alguna manera, haciendo que las ofrendas sean comunitarias.

A diferencia de lo que sucede en otros lugares de la república, las ofrendas en Coatetelco son únicas ya que se colocan colgadas sobre las vigas de los techos de los hogares. De ahí su nombre en náhuatl Huatlapechtle, que significa “ofrenda colgante”. Podría pensarse que existen cientos de elementos místicos para hacerlo de esta manera, sin embargo, la razón es muy simple: evitar que los animales se coman los alimentos que se colocan en ellas. La base de las ofrendas se hace de varas de acahual, y se cubren con papatla (hojas de plátano), Sobre de ella se colocan floreros de barro con flores de cempaxúchitl de color naranja, que representan los rayos del sol, luz, energía, fertilidad, y otras más de color púrpura, que representan deseo, esperanza.

La ofrenda colgante debe contener siempre 12 alimentos, 12 recipientes y 12 velas, que corresponden a las antiguas creencias prehispánicas que consideraban 6 puntos cardinales: norte, sur, nororiente, surponiente, cielo y tierra; además de los 4 elementos: aire, agua, tierra y fuego, así como los 2 encuentros entre muertos y vivos y viceversa. Los recipientes deben ser de barro nuevo, nada usado, ya que el olor del barro nuevo, del mole, del pan, es alimento para las almas. En estos recipientes se coloca pipián, platillo tradicional de la región, con gallina, que en este caso representa fertilidad y un ave mensajera con los dioses. La ofrenda también debe contener 12 jarros de chocolate, también muy tradicional de la región, 12 panes, tamales de masa blanca, frutas de temporada, calabaza en dulce y tablillas de chocolate criollo. No puede faltar el agua, que ayuda a mitigar la sed de las almas en su largo camino desde el inframundo, así como la sal como elemento purificador.

La ofrenda dedicada para las almas de los pequeños difuntos se coloca el 31 de octubre, y suele contener juguetes o ropa. Aquellas dedicadas a las almas de los adultos se colocan el 1 de noviembre, y deben de llevar cerveza, mezcal o aguardiente de caña. En todos los casos se colocan fotografías de los difuntos, aunque, a diferencia de las ofrendas tradicionales, el Huatlapechtle no suele llevar imágenes o elementos religiosos.

Sobre el piso de colocan veladoras, tantas como ánimas estén representadas en la ofrenda, y 12 velas que darán luz y guía a las almas de los visitantes. El Huatlapechtle completo se purifica con incienso de copal y se coloca un camino a base de pétalos de flor de cempaxúchitl que va, desde la entrada del hogar, hasta la ofrenda misma. Una vez terminado este proceso se lanza un segunde cohete anunciando que el banquete está listo, y el 2 de noviembre, cuando se levanta la ofrenda y se llevan las flores, las ceras y algunos productos hasta los panteones, se lanza un tercer y último cohete.

Coatetelco, mágico lugar que, al vaivén de las aguas de su hermosa laguna, invita a sus visitantes a conocer las creencias, riquezas y tradiciones ancestrales que atesora con orgullo. Y como decimos en México, “ya encarrerados”, no es posible dejar de probar su fabuloso pipián verde, su chocolate artesanal, sus tamales de mojarra y un aguardiente de caña “pa’l desempance”.

Agradecemos muy especialmente a la Maestra Margarita Cárdenas Nava, y al Sr. Fernando Mayorga, por su apoyo y las facilidades prestadas para la realización de este reportaje.

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